domingo, 10 de agosto de 2008

La casa de mi abuelo Tachuela era vieja, lo que ahora llamamos casa antigüa, con habitaciones que tienen puerta ventana con postigos y todas dan a un corredor, que en este caso era abierto, aunque techado, con cocina y baño que no eran continuo al resto de las habitaciones. La habitación donde ellos dormían era grande, y el techo altísimo, así que en invierno la cama estaba helada, no recuerdo calefacción en ninguna parte de la casa, salvo en la cocina. Mi casa era totalmente diferente, era moderna, bien calefaccionada, pero nunca fue un obstáculo para mi diversión que la casa de mis abuelos fuera tan diferente, al contrario, ese era un motivo también para conocer otras cosas y costumbres, como llevarnos un ladrillo caliente a la cama.

A veces mi estadía era larga, sobre todo en vacaciones, mi abuela pasaba mucho tiempo sola porque mi abuelo viajaba.

Uno de mis entretenimientos favoritos era patinar, la pista era el corredor, recuerdo que era cemento alisado color bordó. En la cuadra había otras nenas que venían a jugar, eran un poco mas grandes que yo y eso, me encantaba.

La cocina de mi abuela era como una cajita, era muy chiquita, apenas si entraba una mesita y tres sillas, uno de los lados de la mesa estaba pegado a la pared así que no había lugar para otra silla. Después de cenar jugabamos a las cartas, para mí no era de lo mas divertido, pero como a ella le gustaba…, después de todo, el día era divertido, ella cocinaba riquísimo, y yo disfrutaba de su casa y de estar en su patio, lleno de flores y plantas frutales, y como no podía faltar, en un patio de aquellos tiempos, un gallinero. Nunca me gustaron las gallinas, pero cuando nacían pollitos quería quedarme a vivir en lo de mis abuelos.

Con mi abuelo ella no era de lo mas amable, mas bien lo contrario, eso me desagradaba un poco, pero nada tengo que decir en cuanto al trato de ella hacia mí, todo lo hacía pensando en mí, qué cocinar, cuándo dormir, cuándo salir, trataba siempre de entretenerme, quería enseñarme cosas, como por ejemplo bordar, tejer, cocer, y yo hacía el intento, trataba de aprender, pero no me gustaba demasiado, la lana me provocaba una fea sensación en los dientes, casi no la podía tocar.

Todo lo aprendió en un colegio de monjas, al que asistió hasta tercer grado, nunca aprendió a leer, tampoco sabe escribir, pero sabe hacer cosas muy lindas con las manos. Aún hoy es muy especial su expresión de alegría cuando logra escribir su nombre, María Matilde Fernandez, nunca la ví escribiendo otra cosa, salvo las iniciales de su contrincante en un papel, cuando juega a las cartas. Cuando habla tiene un cantito muy particular, porque nació en la provincia de San Luis y si bien llegó a la provincia de Buenos Aires cuando tenía 18 años, todavía no lo ha perdido por completo, tampoco ha perdido la receta para cocinar el locro más sabroso y suave que he comido. Tiene la piel morena y la suerte de no arrugarse, por parte materna es descendiente de aborígenes y de españoles por lado paterno.

5 comentarios:

IRREAL COLECCIONABLES dijo...

como me haces viajar con tus relatos! por un lado a tu infancia y de paso me doy una vuelta por la mía y hay tanto en común que es absolutamente hermoso el viaje, gracias!
pauliya

IRREAL COLECCIONABLES dijo...

deje un comentario en mi flog para vos hoy, porque no puedo dejar comentarios en el tuyo....

Anónimo dijo...

Lei en el blog de Robertita lo que te pasó una vez con unas amigas por reirte en un escalon del casino de Necochea ¿cuántos años tenías y cómo te arreglates?
Te lo pregunto porque ahora en estas vacaciones de invierno a mi me pasó lo mismo en la puerta de un restaurante chino en Mar del Plata ¿serán los aires marinos? Ah y tengo 34 años....
Si querés contestame a mi mail candelabelicia@yahoo.com.ar

EL ANILLO MÁGICO dijo...

Qué lindo que escribís. Uno va viviendo lo que relatás. Muy lindo tu blog.

wallychoo dijo...

esta bueno tu blog Luciernaga, me encanta


Un Abrazo