viernes, 7 de noviembre de 2008

Maki ya está en su casa, en Japón, desde hace casi dos meses, pero preferí dejar pasar tiempo, antes de volver a escribir. Nunca había llorado tanto en una despedida, que no fuera la de un muerto.

Casi finalizando el invierno, llegaban las tardes primaverales, faltaban tres días para que Maki comenzara su regreso, previa visita a Cataratas y finalmente Buenos Aires- Japón.

Me pareció raro, su desinterés por conocer distintos lugares de éste país, pero realmente se la veía cómoda en casa. Pasadas unas semanas a su llegada, le pregunté más de una vez, si quería conocer la playa, si bien no tengo dinero para llevarla a varios lugares, en Necochea teníamos donde quedarnos, pero no quiso, en general respondía diciendo que tenía frío. Me reía por dentro con ese tipo de respuesta. En eso fui cuidadosa, siempre traté de medir mis gestos, suelo sonreír por cualquier cosa, y ella, podía tal vez, no entender mis motivos.

Con el correr de los días, observándonos, cada vez que terminábamos de almorzar , ordenar la cocina, y quedando solas tomando café (momento del día que mantuvimos hasta que se fue de casa), fuimos incorporando palabras sueltas, que junto con los ojos , las manos, y modificando el sonido al pronunciarlas, de alguna manera, logramos diálogo.

Su costado aniñado estaba tan presente, que por momentos daban ganas de mimarla. Con ella me es fácil perder noción del tamaño de su cuerpo, claramente, bastante mas grande que el mío, sin dejar al mismo tiempo, de ver que es apenas, unos años menor que yo, y que sabiendo muy poco de nosotros y de éste país, cumplió su deseo de venir a casa.

A veces le traía un chocolate, a ella le encanta el chocolate, muchísimo, a tal punto, que una vez volvió de pasear, con una bolsa llena de chocolates, que vaciándola desparramó sobre la mesa en forma de pirámide, después le pidió a Horacio que le sacara fotos, mientras ella hacía morisquetas con su cara, como si fuera a comerlos a todos de una sola vez.

Un día salí a comprar sábanas para Benjamín, preferí que tuviera dibujos, encontré unas que tenía dibujos de esos que simulan estar hechos por nenes, con autitos, números, cuentas, así que elegí esas, pero había otras con hipopótamos, muy coloridas, como a Benjamín seguro no iban a gustarle demasiado y yo no quería dejarlas, otra vez pensé en Maki, supuse que a ella iba a gustarle cambiar las que estaba usando, por estas que atraían a cualquier nena, al menos a la que lleva ella y a la que llevo yo.

Es linda sensación la de encontrar una sonrisa fresca, cómplice de un gusto compartido

1 comentario:

serpnorber dijo...

Me hacès acordar de algunas cosas raras que me pasaron. El año pasado llevo ropa al lavadero y me entregan(recièn lo vì en casa) una toalla con la imagen de 4 bellas doncellas de blancanieves(???). Otro dìa un par de medias con la imagen del ratòn Mickey(???). Mostrarè mi imagen de niño en algunos lavaderos? jajajaja. Sì es muy lindo tener personas que tengan tu mismo còdigo y puedas compartir momentos gratos. Son pocas a lo largo de toda una vida. Pero debemos conformarnos; hay personas que no las encuentran nunca. Beso : )