sábado, 26 de julio de 2008

Es tarde, medianoche, mañana es 19 de julio, es el cumpleaños de mi hijo, así que estoy esperando que termine de cocinarse la torta, no será la torta principal, de esa se encarga mi mamá, que ya arregló todo con él, forma, sabor y adornos.

He pensado en estos días cómo era mi infancia a su edad, cumple nueve años.

A esa edad perdí a mi abuelo preferido, así que existe un sabor amargo en mi recuerdo de aquellos años, fue mi primera sensación de miedo y soledad, algo así como un desamparo, no sé si es la palabra exacta, pero recuerdo muy bien que estaba en la cocina de mi casa, sentada sobre las piernas de mi abuela materna, la abuela que había enviudado, y cómo de pronto caí en la cuenta, que todos íbamos a morir…, fue desesperante, no dije nada, nadie supo en ese momento de esta primera vez.

Mi abuelo materno era un hombre sencillo, hasta puedo decir que fue la persona mas buena que conocí, siempre estaba de buen humor, era alto y narigón, tenía orejas chiquitas y formadas, usaba lentes. Salir con él era un placer, paseábamos en su camión, siempre sentadita como una reina, la cabina me parecía tan gigante… . Era camionero, aunque no parecía, digo que no parecía porque no era la típica imagen del machote, él era muy sensible, adoraba sus gallinas por ejemplo, algunas tenían nombre, le gustaba las plantas; tampoco tenía la panza que suelen llevar los camioneros, y cuando mi mamá era chica, dejaba que ella le llenara la cabeza de ruleros.

Una de las cosas que tengo mas presente, es la rutina de su mediodía, antes del almuerzo, sacaba una tablita, un salamín picado fino, una mortadelita familiar, pan fresco, encendía la radio para escuchar las noticias y los dos frente a frente, disfrutábamos de esa picadita mientras mi abuela terminaba de cocinar.

Cuando fui creciendo, me tiraba de panza en la cucheta del camión, así le llamaba él a la parte de la cabina donde se duerme, desde ahí miraba el paisaje y charlábamos, salíamos mucho solos, porque mi abuela en ese tiempo era bastante malhumorada.

También salíamos en su bicicleta, él me levantaba, me sentaba en el caño y a pasear, inolvidable, tengo grabado el recorrido que hacíamos hasta llegar a mi casa, la sensación de sentir el vientito de verano en mis pies, en la cara y en el pelo, las manos de mi abuelo, sus dedos largos…

Le decían Tachuela, así lo llamaban porque de chico era muy bajito. Así que todos lo conocían con ese apodo, para la familia, el barrio y sus amigos ese era su nombre, también lo era para mí, “mi abuelo Tachuela”.

Cuando tenía nueve años aprendí a manejar, mi abuelo por supuesto sabía cuanto me apasionaba, esa pasión no era común en una nena, pero a diferencia de otras personas, nunca me dijo nada al respecto, no me enteré por él, si era ó no cosa para varones. Yo quería tener un karting a motor, él no tenía el dinero para comprármelo, pero me hacía ilusionar con sus ideas, en este caso, contándome como se podría fabricar un karting que tuviera un motor de lavarropas, jamás supe si era posible, pero no me enojaba por eso. Con mi otro abuelo sí me enojé, un poco, porque él no inventaba, directamente decía que iba a comprármelo y en el fondo yo sabía que no iba a hacerlo, eso me daba mucha bronca, cuando decía que iba a darme lo que después jamás llegaba, sobre todo si sabía que tenían el dinero para comprar.

La bronca la equilibraba el tiempo, mis abuelos hacían un buen equipo mimándome, entre ellos eran muy compañeros, hacían muchas cosas juntos, iban a pescar, jugaban a las bochas, y cuando domingos en familia íbamos al campo, ellos nos esperaban con un asado. Supongo por ser la mayor de cuatro hermanos, me dedicaban tanto tiempo, uno me ilusionaba con el armado del karting y el otro me enseñó a manejar.

2 comentarios:

Daniela Falcón dijo...

Me gustó tu blog!!! una especie de "diario de viaje" pero de la vida... todos esos lugares, olores, recuerdos de fierro...
voy a seguir leyéndolo!!!

Saludos Luciérnaga!!!

Anónimo dijo...

es verdad, vengo del blog de Robertita y me enganche con tu relato del recuerdo de tus abuelos que lindos que son no?
Los mios tambien son inolvidables y como se extrañan, cuando el recuerdo un olor una textura un atardecer o un partido o cancion te hace tenerlos siempre presente.